Biblioteca de Miskatonic

El blog de los juegos de rol de terror e investigación en los mundos de H.P. Lovecraft


Las risas del carrusel maldito

Hola a tod@s,

¡Se acerca la noche más escalofriante del año! Halloween, es un momento mágico y misterioso en el que los velos entre nuestro mundo y el más allá se desdibujan. Es por ello que en esta entrada del blog os ofrezco una historia de terror que escribí hace algún tiempo, perfectamente adecuada para esta mágica temporada. Espero que la disfrutéis. ¡Feliz Halloween!

En lo más profundo de las montañas, donde la luz del día apenas penetraba a través del dosel de árboles retorcidos, se erguía el antiguo orfanato de San Elías. Durante décadas, ese sombrío edificio había estado oculto por un denso bosque, y las historias que lo rodeaban eran aún más oscuras. Decían que el orfanato estaba maldito, que sus paredes albergaban los lamentos de las almas atrapadas en un abismo de sufrimiento eterno.

Un grupo de amigos, impulsados por una mezcla de curiosidad y desafío, decidió pasar una noche en el orfanato abandonado. Equipados con linternas, cámaras y nervios de acero, cruzaron el umbral de la estructura decrépita. El aire estaba cargado de una tensión palpable, y el crujir de sus pasos resonaba como un eco inquietante a través de los oscuros pasillos.

A medida que exploraban más profundamente en el orfanato, las sombras parecían cobrar vida propia, retorciéndose y alargándose, como si el edificio mismo respirara con una malevolencia silenciosa. Puertas entornadas y ventanas rotas susurraban secretos al viento, y susurraban a los intrusos que no eran bienvenidos.

Finalmente, llegaron a una puerta particularmente oxidada. Con un crujido ominoso, la abrieron y revelaron una sala infantil en ruinas. Juguetes rotos y polvorientos estaban esparcidos por el suelo, testigos mudos del tiempo que había pasado desde que niños felices habían llenado aquella habitación.

Uno de los amigos, con temor tembloroso, tocó un viejo carrusel de madera. Con un chirriante gemido, la melodía infantil comenzó a sonar, como si una mano invisible lo hubiera activado. Los rostros de los amigos palidecieron, y sus miradas se encontraron con una mezcla de asombro y terror.

Entonces, la risa infantil llenó la sala, pero no había niños a la vista. El aire se enfrió repentinamente, y una figura pálida se materializó en el carrusel. Era un niño, pero su rostro estaba distorsionado por el sufrimiento. Extendió una mano demacrada hacia ellos mientras susurraba: «Juguemos para siempre».

Aterrorizados, los amigos huyeron de la sala de juegos, pero las sombras los persiguieron por los pasillos retorcidos. Puertas se cerraban y abrían solas, y voces susurraban desde las paredes. Se dieron cuenta de que no estaban solos en ese orfanato abandonado, que las almas atrapadas no querían que se fueran.

Finalmente, lograron escapar del orfanato, pero el orfanato no los dejó ir tan fácilmente. Las imágenes del niño fantasma y las risas infantiles los persiguieron en sus pesadillas, recordándoles que había ciertas puertas que nunca deberían abrirse, y ciertas historias que nunca deberían ser desafiadas. Su experiencia en el orfanato de San Elías los persiguió a lo largo de sus vidas, recordándoles que en la oscuridad de lo desconocido, acechaban horrores inimaginables.



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